Literal
No me den las gracias. El nuevo servicio de traducción de nomeacuerdo al finlandés es cortesía de otros. Yo me limito a enlazarlo para hacerles a todos ustedes la vida más fácil. No me den las gracias.
No me den las gracias. El nuevo servicio de traducción de nomeacuerdo al finlandés es cortesía de otros. Yo me limito a enlazarlo para hacerles a todos ustedes la vida más fácil. No me den las gracias.
Soy poderoso, y lo sé. Estoy entre los líderes mediáticos de la blogosfera mundial. Y lo sé. Pese a mi inmenso poder, nunca, o casi nunca, lo ejerzo, y tanto desapego siento hacia él que en ocasiones olvido quién soy, y la capacidad de influencia que tiene el más pequeño de mis actos, la más nimia de mis decisiones, la más tonta de mis opiniones.
Hasta hoy.
El diario El País (antiguamente independiente de la mañana, ahora dependiente de nomeacuerdo) ha seguido al pie de la letra mis instrucciones de ayer y ha puesto a sus redactores a mejorar textos ajenos a destajo. Una noticia publicada el día 14 de enero, en exclusiva, por la edición impresa del diario ADN, ha sido reproducida hoy, 15 de enero, con pequeños retoques, y, como debe ser, sin citar la fuente, en el suplemento de Madrid del rotativo (qué ganas de escribir esta palabra) madrileño.
Y sin embargo, la inexperta redactora, en su afán, loable y entendible, por obedecer rápidamente mis instrucciones, olvida una de las normas básicas del plagio, enunciada ayer en mi i-Encíclica semanal: mejorar, pero no ocultar completamente, el robo. Porque, ¿para qué sirve un plagio que se agazapa en una buena edición, para qué ocultar lo que no es sino motivo de orgullo, para qué esconder el afán posmoderno que todos llevamos dentro? No, señores, señoras, no, esclavos y esclavas: plagien, pero háganlo bien: que se note.
Ahí arriba tenemos a un señor congelado en el tiempo en su intento por escaparse del objetivo de mi cámara. De fondo, una pareja que llegaba tarde a la Ópera no consigue avanzar, por más que lo intentan. Esta es la tercera de una serie de tres fotos que tomé en los soportales de la Plaza de San Marcos mientras paseábamos, de noche y con frío. Ahora miro la foto, pienso en ese segundo de más que los científicos han tenido a bien regalarnos el año pasado, y tengo la sensación de que no aproveché demasiado ese tiempo extra que nos regalaron, como si el año entero fuera una pantalla de videojuego en la que cada foto lograda te regala tiempo de más para alcanzar la meta.
Hace mucho anuncié mis planes para pasarme a la clandestinidad, y trabajar en la sombra por la caída del capitalismo y la instauración de un régimen en el que yo mismo me ocuparía de controlar TODO, para ahorrar trabajo a los demás. Conseguí convencer a destacados nombres de la aristocracia capitalista, y con su ayuda (gracias, Madoff) hemos desencadenado una pequeña crisis mundial con la que esperamos dar la vuelta al orden mundial, y colocar la capital del nuevo mundo en un local vacío que hay frente a mi casa, para no tener que usar el metro, cada vez más infestado de yuppies que no quieren gastar gasolina.
Mientras ese momento llega, el viernes decidí poner en marcha la estrategia de socialización del pánico, y en memoria de mis camaradas SHANDYS, me colé en la fiesta que ofrecía, amablemente, y para la aristocracia neoliberal, la insigne presidenta de la Comunidad de Madrid, doña Esperanza Aguirre. Con la ayuda de un abrigo elegante, un afeitado reciente y una bufanda de cuadros ingleses, me introduje sin problemas en una fiesta donde se daban cita una cantidad ingente de señores de rizos peinados hacia atrás con gomina y aspecto de regentar, desde su despacho en Génova, oscuros clubs de carretera. Una vez situado, definidas las medidas del local, comprobadas las salidas de emergencia y el estado alcohólico de los guardas de seguridad, aproveché un momento de distensión en el coctel para detonar mi sencillo artefacto: con un elegante golpe de muñeca, y a escasos centímetros de un grupo de consejeros, ministros y presidentes de comunidades autónomas, logré arrojar al suelo una bandeja repleta de copas de vino tinto, que es el que más mancha, sembrando el pánico y la confusión, momento que aproveché para lanzarme sobre mi verdadero objetivo: la tortilla de patatas. Si apoyas mi revolución, firma aquí.
No quiero imaginarme al redactor de este medio de comunicación pensando: "La gente ya no me aguanta nada". No quiero. Así que prefiero regalarle la foto a anderiza y acordarme de Peter, ahora que hace frío.
Transcribo, por su interés socio-político, una misiva enviada hoy mismo al Servicio de Atención al Cliente de la entidad bancaria Caja Laboral, tras su emocionante decisión de cobrar 2,40 euros por uso del cajero automático en entidades diferentes a la mencionada, incluso cuando pertenezcan a la red Servired, a la que está adscrita Caja Laboral:
Estimados señores,
Lo ha escondido al final, pero en realidad debería ser el comienzo de la crónica, porque ahí se esconde todo el misterio de la campaña, y reciente triunfo, de Barack Obama como presidente del mundo (a ver si nos dejan votar a los demás también, ya que tenemos que aguantar su campaña electoral, además de las nuestras). Lo ha escondido al final, pero es la noticia del año. Lo ha escondido al final, pero explica, mejor que nadie, el fenómeno de Barack Obama. Lo ha escondido al final, y yo lo digo pronto: Barack Obama tiene un doble. Sí un doble, se llama Ary Katz, y fue el encargado de sustituir al ¿verdadero? Obama en una de las muchas fiestas con las que celebraron la victoria del candidato mulato en EEUU.
Si los políticos fueran al cine, y si los políticos hubieran visto El asesinato de Jesse James a manos del cobarde Robert Ford, sabrían del peligro de querer ser otro, sabrían del peligro de querer ser famoso, sabrían del peligro de entregarte a los medios.
En grupo.
En un gesto inédito, que muchos podrán considerar como mi suicidio social, voy a emitir mi opinión sobre la victoria de la Selección de fútbol del país conocido como España sobre la equivalente del país conocido como Italia: ganar por penaltys no es ganar.
A penaltys jugábamos los que no sabíamos jugar a fútbol.
Por penaltys ganábamos los que no sabíamos ganar-jugar a fútbol.
Los penaltys son lo único que nos gusta a los que no nos gusta el fútbol.
Por más que uno de los locutores (me resisto a denominar periodistas a unos señores cuya labor es la de unos Manolo-el-del-bombo pero vía televisión) de la cadena que retransmitía el partido afirmase: "ganar a Italia en los penaltys es lo más grande que no podía pasar", hemos de reconocer todos que los penaltys son el consuelo de los inútiles. Como yo, que soy el rey de estos penaltys, que, por cierto, provocan bastante menos ruido en el vecindario que los arriba mencionados.
He dicho. Ya pueden soltarme sus pedradas.
Me he sentido muy mal al leer esta noticia. Quizás porque Iñaki era el hermano de un compañero de clase. Quizás porque he sido incapaz de continuar con la tradición montañera de mi abuelo. Quizás porque todavía repito en el metro las sentencias que mi abuelo nos enseñaba mientras subíamos montes los fines de semana. Quizás. Pero intuyo que hay otras razones que no consigo explicar. Mientras las descubro recuerdo cómo su hermano nos contaba que disparaban juntos flechas a los rodapiés de su casa con un arco que él había traído de alguna expedición lejana. Chao, Iñaki.
Van Gogh nos enseñó (por lo menos a mí) que pintar feo puede estar bien. Pensé en esa idea cuando descubrí que mi cámara de fotos, que uso como cámara de vídeo, tiene un error al procesar la información de los reflejos. Y ahora sólo ruedo reflejos e investigo más errores.
Como ya no estoy en el lugar de la foto, he decidido borrarme.
Y sí, también tengo fotos de velos y burkas de todos los colores (y sorprendentemente muy extendidos), pero siempre me ha podido más el interés por los pies que por las cabezas. Este grupo de piernas occidentales calzadas con fundas azules corresponden a un grupo de turistas a punto de entrar en una mezquita antigua. El barullo producido por los flashes, los guías en miles de idiomas y las risas de algunos adolescentes contrastaban con el silencio de otra mezquita, la noche anterior, en el centro de un barrio popular egipcio.
Sí, tengo fotos de las pirámides, pero me gustan mucho más estas de un pavoroso incendio con el que nos topamos la primera noche, en pleno centro de El Cairo, cuando salíamos de cenar con E., corresponsal de EFE. De toda la serie publico una que retrata bien, creo, los momentos de desconcierto previos a un movimiento fascinante: cientos de personas ayudando a los bomberos a apartar los coches, desenrollar las mangueras y, sí, a tapar los agujeros de estas últimas y poder así sofocar el fuego.
Cada uno tiene sus manías. Una de las muchas que colecciono es no subir nunca vídeos a este blog (en realidad, cada vez subo menos cosas, pero no hablemos de eso ahora). La foto que preside esto corresponde a un vídeo rodado entre unos cuantos amigos y con un protagonista único: un bolígrafo-ventilador de colores que no escribe ni da aire, pero es fascinante e hipnótico hasta la obsesión. Me acordé, sin razón alguna, de ese bolígrafo mientras disfrutaba de otra cena, divertida sin necesidad de bolígrafo, el viernes en Coruña, con B. y P. No pidan detalles, no los daré.
He fracasado. Lo confieso. Había dejado el blog en barbecho confiando en el milagro pero no se ha producido. Y me explico. E. tenía un blog muy majo, que abandonó al huir al frío polar. Ese blog (el huérfano) fue atrapado hace meses por un robot de escritura automática llamado AB3kXQry que escribe maravillosos post incomprensibles, en inglés, con farragosas explicaciones sobre cosas que no entiendo. Esa primera frase de su última entrada me inquieta:
To design a better system search engine and information dissemination, information and knowledge is power.
Confiaba en secreto que abandonando nomeacuerdo a la intemperie de la red, AB3kXQry o alguno de sus hermanos acabarían por adoptarlo para lanzar ahí sus reflexiones sobre el poder, el conocimiento y la difusión masiva de propaganda anarquista, logrando además uno de mis sueños: comprobar en directo que alguien escribe mis textos.
(en la imagen, a la manera de eresfea , un paisaje brumoso, una mañana, en el Pirineo andorrano)
Cuentan que Marcelo Mastroianni dijo en una entrevista: "No me pagan por actuar, me pagan por esperar". En la imagen, dos que esperan.
Porque me toca. ¿Cómo medir la distancia que hay de aquí a aquí? ¿Sirven los metros del ikea o hay que contar en zancadas, saltos de caballo o perforaciones de celuloide? 3.453.654 saltos más tarde.